A continuación se transcribe una parte del capítulo 8 del libro "Jesús es Dios" ©
Samuel Benedetti.
En
Mateo (28.19) el Señor dice: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las
naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu
Santo...”
¿Creer a Cristo o creer a Pedro? Un grupo de personas dicen que para el bautismo ellos prefieren creerle a Cristo en estas palabras escritas en Mateo, que creerle a Pedro en sus palabras escritas en los hechos (2.38): "Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados..." En el texto de Mateo dice "en el nombre"; y en hechos dice "en el nombre de Jesucristo". La Escritura, recordemos, se fundamenta sobre verdades lógicas e incontrovertibles entre sí. En otras palabras, la Escritura no se contradice; hay un nombre dado para salvación y es el nombre del Señor Jesús, este tema lo estaremos examinando más adelante, por el momento nos centraremos en en las palabras de Cristo y en las palabras de Pedro.
En primer lugar, sí creemos que este pasaje de Mateo contiene las palabras ciertas de Cristo, que el evangelista Mateo, desde su punto de vista, escribió fielmente las palabras que escuchó de su Maestro. Segundo, creemos también que, si bien el texto de Mateo no cumple a plenitud las características literarias de las parábolas, sí conserva el principio fundamental vistas en ellas; es decir, el mensaje se hace comprensible para unos: para quienes reciben a Cristo como el "Señor tu Dios" (aceptan su nombre), e incomprensibles se hace sus palabras para otros: para quienes no le aceptan tal como él es. Ahora bien, a la pregunta ¿por qué sus palabras no fueron más directas? La respuesta es porque ya vendría alguien que estaba comisionado para ser más directo. A nuestro parecer, el mensaje escrito en Mateo, aparte de que su objetivo era fijar fundamentos, estaba respetando una orden dada por el Señor Jesús a Pedro unos días antes; recordemos que el Señor Jesús le había dicho a ese discípulo: "y a ti te daré las llaves del reino de los cielos" (Mt 16.19). Así que Pedro tenía una función, él estaba comisionado para con sus palabras ser directo, y para ser explicito en cuanto a la forma para alcanzar salvación (Hch 2.38). ...Pero como vemos, muchos ni aceptan las palabras del Señor escrita en Mateo (28.19) con respecto a su nombre, ni tampoco aceptan las palabras del apóstol Pedro en hechos (2.38), quien estaba autorizado para anunciar y hablar de esta manera. Una facultad dada a Pedro por el Señor, y por extensión a su iglesia (Mt 16.19).
La autenticidad del versículo. El hermano James Carter en su estudio “A la Luz de la Evidencia”, traducido por el hermano Álvaro Torres, plantea una duda razonable en cuanto a la autenticidad de este texto de Mateo. El autor, exponiendo algunos estudios que se han venido realizado a diferentes documentos históricos (los de los primeros siglos) pone en entredicho la veracidad de este versículo ya que en dichos documentos históricos el pasaje de Mateo es referenciado de una forma diferente a como lo presenta el mas temprano manuscrito utilizado para la traducción bíblica. Sin embargo, al parecer, hasta el momento no hay bases sólidas que traigan como consecuencia el retiro de este versículo del canon bíblico o la modificación del texto; en todo caso, como también lo escribe el traductor en la presentación del libro: “el nombre de Jesús está plenamente establecido en la Escritura”.
En primer lugar, sí creemos que este pasaje de Mateo contiene las palabras ciertas de Cristo, que el evangelista Mateo, desde su punto de vista, escribió fielmente las palabras que escuchó de su Maestro. Segundo, creemos también que, si bien el texto de Mateo no cumple a plenitud las características literarias de las parábolas, sí conserva el principio fundamental vistas en ellas; es decir, el mensaje se hace comprensible para unos: para quienes reciben a Cristo como el "Señor tu Dios" (aceptan su nombre), e incomprensibles se hace sus palabras para otros: para quienes no le aceptan tal como él es. Ahora bien, a la pregunta ¿por qué sus palabras no fueron más directas? La respuesta es porque ya vendría alguien que estaba comisionado para ser más directo. A nuestro parecer, el mensaje escrito en Mateo, aparte de que su objetivo era fijar fundamentos, estaba respetando una orden dada por el Señor Jesús a Pedro unos días antes; recordemos que el Señor Jesús le había dicho a ese discípulo: "y a ti te daré las llaves del reino de los cielos" (Mt 16.19). Así que Pedro tenía una función, él estaba comisionado para con sus palabras ser directo, y para ser explicito en cuanto a la forma para alcanzar salvación (Hch 2.38). ...Pero como vemos, muchos ni aceptan las palabras del Señor escrita en Mateo (28.19) con respecto a su nombre, ni tampoco aceptan las palabras del apóstol Pedro en hechos (2.38), quien estaba autorizado para anunciar y hablar de esta manera. Una facultad dada a Pedro por el Señor, y por extensión a su iglesia (Mt 16.19).
La autenticidad del versículo. El hermano James Carter en su estudio “A la Luz de la Evidencia”, traducido por el hermano Álvaro Torres, plantea una duda razonable en cuanto a la autenticidad de este texto de Mateo. El autor, exponiendo algunos estudios que se han venido realizado a diferentes documentos históricos (los de los primeros siglos) pone en entredicho la veracidad de este versículo ya que en dichos documentos históricos el pasaje de Mateo es referenciado de una forma diferente a como lo presenta el mas temprano manuscrito utilizado para la traducción bíblica. Sin embargo, al parecer, hasta el momento no hay bases sólidas que traigan como consecuencia el retiro de este versículo del canon bíblico o la modificación del texto; en todo caso, como también lo escribe el traductor en la presentación del libro: “el nombre de Jesús está plenamente establecido en la Escritura”.
Un nombre plenamente establecido. El nombre del Señor Jesús para
salvación, está plenamente establecido en la Escritura. Si revisamos el
versículo paralelo de Mateo (28.19), tal como lo dicta la correcta interpretación,
encontramos que Lucas dice cuál es el nombre al que se refiere el Señor en ese
pasaje de Mateo. Dice en Lucas (24.46-47): “…y les dijo: Así está escrito, y así fue
necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y
que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas
las naciones, comenzando desde Jerusalén.” Este otro versículo es muy claro al
declarar cuál es el nombre. Y si nos vamos al libro de “hechos de los
apóstoles”, para revisar qué entendieron y cómo cumplieron, aquellos oyentes, el
mandato escrito por Mateo, encontramos que ellos aplicaron el nombre del Señor
Jesús; en las páginas de este libro histórico leemos como Pedro, Pablo y los
otros apóstoles predicaron y fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús.
Dice además en el mismo libro de los hechos (4.11-12): “Este Jesús es la piedra
reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del
ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el
cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.”
El bautismo anunciado en Mateo, es en
el nombre del Señor Jesús; y no es, por lo tanto, la indicación al bautismo en
tres títulos (al no usar un nombre se están usando títulos). El interrogante, pues, no es en poder identificar cuál es el
nombre; el interrogante puede surgir a raíz de que, en el mandato, “el nombre”
está relacionado con el Padre, y el Hijo y el Espíritu Santo.
Una pregunta fundamental. La pregunta, por tanto, es: ¿por qué
el nombre del Señor Jesús aparece relacionado al Padre, Hijo y Espíritu Santo?
Sobre este tema es común escuchar, por
quienes tuercen las Escrituras, que en este versículo de Mateo hay una trinidad
de seres divinos. Pero no es así, en este versículo el Señor Jesús no está
enseñando la existencia de tres dioses; en este versículo el Señor está
instruyendo a los discípulos acerca de la necesidad del bautismo en su nombre.
Valga preguntarnos, ¿por qué en su nombre? En los mismos versículo de Mateo
(28.18-19) encontramos una respuesta: “Y Jesús se acercó y les habló diciendo:
Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced
discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre…” En este pasaje,
el por qué debían ser bautizados en su nombre, es porque toda potestad en el
cielo y en la tierra le pertenecen a Jesús.
En Lucas (24.46-47) también hay
respuesta del por qué debían ser bautizados en su nombre: “…y les dijo: Así
está escrito, y así fue necesario que el
Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se
predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las
naciones, comenzando desde Jerusalén.” En este otro versículo la razón es:
porque Cristo padeció, y porque resucitó de los muertos.
De acuerdo a estos dos textos
bíblicos, los nuevos discípulos debían ser bautizados en el nombre del Señor
Jesús, porque él tiene toda potestad, y porque él padeció hasta la muerte y
resucitó. Ante este hecho, no hay cabida para otros seres divinos…No hay otra
persona o personas que hayan muerto y resucitado para dar salvación a la
humanidad, de modo que los hombres deban ser bautizados en sus nombres; además,
siendo Cristo una única persona, en su nombre personal no hay cabida para otros
seres. Al parecer, estamos ante una de las causas por la cual los creyentes
trinitarios retiran el nombre del Señor Jesús de este texto de Mateo, puesto que
aceptarlo derribaría sus argumentos de la existencia de tres personas divinas.
Aceptar que el bautismo es en el nombre del Señor Jesús, es aceptar que en la
integridad de su nombre y en la de su ser, es el Padre, Hijo y Espíritu Santo,
que no se trata de seres divinos.
Otra respuesta del por qué el nombre
del Señor Jesús aparece, en Mateo, relacionado al Padre, Hijo y Espíritu Santo,
es la que se escucha de algunas personas creyentes de la unicidad. La
respuesta, dicen ellos, es: “porque el nombre es el mismo para cada uno de los
títulos; porque en los títulos se está señalando a las manifestaciones del
mismo Dios; Padre en la creación, Hijo en la redención, y Espíritu en la
renovación.”
La respuesta ahora, no hace alusión a
tres seres divinos sino a manifestaciones de Dios. En este caso el bautismo
sería algo como: “bautizados en el nombre de las manifestaciones de Dios, del
Padre en la creación, del Hijo en la redención y del Espíritu en la
renovación.” Entiendo que el creyente en el Señor Jesús no piensa de esta
manera, solamente intentamos ilustrar que en el bautismo no se está invocando a
las manifestaciones o revelaciones de Dios en la historia; porque en lo
concerniente al bautismo la importancia está en Dios manifestado en carne u
hombre. La importancia en relación al bautismo está en Cristo, en el hombre a
quien le fue puesto por nombre Jesús; un hombre, que por no ser independiente a
Dios, es el único que ha muerto, resucitado y vive.
Es tal la unidad de este hombre a Dios
que, en su nombre y en su ser, Dios ha recibido nombre. Es a esto justamente
hacia donde queremos apuntar. El nombre de la persona de Cristo es el nombre de
Dios. En el verso, la vinculación de su nombre al Padre, Hijo, y Espíritu, es
porque en la integridad de su ser es: el Padre, y el Hijo, y el Espíritu Santo.
El nombre puesto al hombre, o a la persona, identifica su ser.
El Señor hablando con Felipe y con sus
discípulos, les dice: “creedme que yo soy en el Padre y el Padre en mí”; con estas palabras el Señor haciendo indicación de su ser, nos muestra la unidad absoluta de él y el Padre; de cómo él siendo un humano era el mismo Padre: Su yo (hombre interior o vida de la carne) existía EN el Padre (cuerpo o templo del Espíritu), y su yo (ser interior o vida de la carne) existía POR el Padre (Espíritu). Es un
llamado a no considerar al Señor independiente a Dios; lo mismo sucede en este
verso de Mateo pero ahora en relación al nombre. Su nombre no es el de alguien
distinto a Dios; persisten en el verso de Mateo sus palabras: “creedme que yo
soy en el Padre y el Padre en mí”. El cuerpo del Señor, vimos, es en referencia
al Padre (“yo soy en el Padre”), es decir, al templo hecho por Dios. El Hijo,
es el ser interior en unidad a su cuerpo, o vida manifestada en carne. Y la
causa u origen de la vida, es el Espíritu Santo.
Así que el bautismo, no es sólo la
declaración de un nombre; aunque, de hecho, se declara que en el nombre de
quien tiene toda potestad en el cielo y en la tierra, y de quien murió y
resucitó, la persona alcanza perdón de pecados y salvación. Pero además,
entendemos, por este versículo de Mateo, que la declaración del nombre va más
allá. La invocación de su nombre en el bautismo es también la invocación de la
persona de Cristo, es decir, el discípulo o hijo que ahora renace, no sólo lo
hace con un nombre nuevo, sino también con un nuevo ser que en su integridad
lleva impreso el nombre del Señor. El cuerpo en donde ahora renace, que es el
templo (o “yo soy en el Padre”), tiene por nombre Jesús; el hijo de Dios o la
manifestación en carne que son esos nuevos pensamientos, gozo, gustos, mente
etc., tienen por nombre Jesús; y el origen de la manifestación que es el Espíritu
Santo en su ser (o “el Padre en mí”), tiene por nombre Jesús.
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